Es el tratamiento quirúrgico para pacientes con cáncer de próstata que son candidatos a una opción terapéutica curativa, consiste en la extirpación de la próstata, vesículas seminales y ganglios linfáticos pélvicos, con reconstrucción posterior del aparato urinario, mediante una incisión en la parte  baja del abdomen o bien mediante laparoscopia.

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Es una cirugía con riesgos de sangrado que pueden requerir transfusión de sangre, además existen otras complicaciones que pueden ocurrir como son la disfunción eréctil, debido a que los nervios que controlan la erección del pene, se encuentran muy próximos a las paredes de la próstata por lo que pueden resultar dañados durante la cirugía, y la recuperación postoperatoria es paulatina, aunque actualmente se cuenta con medicamentos para ayudar con la función eréctil. Además también puede ocurrir incontinencia urinaria debido a la proximidad de la próstata con el esfínter urinario, en este caso existen ejercicios para fortalecer los músculos del piso pélvico y paulatinamente recuperar la continencia así como en casos extremos existen esfínteres artificiales para corregir esta complicación.

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La cirugía se puede hacer  bajo anestesia general o anestesia regional y dura aproximadamente 3 hrs y normalmente el paciente puede ser dado de alta al segundo o tercer día con una sonda uretral para que la orina salga mientras cicatriza la unión de la vejiga con la uretra, y esta sonda posteriormente se retira. A pesar de que hay dolor en el área de la herida, no suele ser muy intenso, y aproximadamente a las 3 o 4 semanas, la persona se encuentra haciendo sus actividades normales. 

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Después de la cirugía, el patólogo revisará todo el material obtenido para en conjunto con la evolución posoperatoria y comportamiento del marcador tumoral que es el antígeno prostático, ver si es necesario otro tratamiento para consolidar la posibilidad de curación, o si únicamente con la cirugía se logró el objetivo y se realizarán revisiones periódicas únicamente.

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